Pa’ los tomates

Pa’ los tomates.

© Alejandro Abate. Buenos Aires. Octubre de 2013.

Tomates

 Hace dos semanas, la señora Francisca salió de su casa rumbo al mercado. Como al mediodía iba a ir a almorzar con ella uno de sus nietos cuando salía de la escuela, había pensado prepararle unos tallarines con su siempre bienvenida salsa casera.

Cuando llegó al mercado se dirigió al puesto de frutas y verduras de Don Alfonso. Como era temprano, había muy poca gente y ni bien se enfrentó con las estanterías donde se exponían las verduras, vio que el cartel de los precios para los tomates estaba borrado. Por lo general, Don Alfonso, como hacen todos los verduleros, escribía el precio con tiza blanca en una pequeña pizarra improvisada.

-¿A cuánto están los tomates? –le preguntó Francisca a Don Alfonso, señalando con su bolsa el cartel donde faltaba el precio.
-Y… depende de cuánto quiera llevar –apunto el verdulero.
-Yo le pregunté por el precio, no por lo que quiero llevar –replicó la señora Francisca mirando a Don Alfonso a los ojos. -¿Cuál es el precio por kilo, Don Alfonso?
-Bueno, usted sabe que subieron por el tema del clima. Hizo mucho frío este invierno –dijo el hombre resistiéndose a darle el precio.
-Don Alfonso… vamos… nos conocemos hace bastante. ¡Dígame de una vez por todas! –volvió a insistir Doña Francisca.
-Los perita están a cuarenta y cinco pesos, y los redondos….-Doña Francisca no le dejó seguir hablando.
-Usted me vio la cara. ¿Cómo a cuarenta y cinco, si la semana pasada los tenía como caros a veintidós?-
-¡Por eso le decía! Es que por el tema del clima han aumentado bastante –dijo el verdulero como explicando la teoría económica.
-¿Bastante…? –interrumpió Francisca otra vez. – ¡Están a más del doble! –dijo. –Mejor deme un kilo de papas blancas…. Guárdese los tomates, o si no, haga una buena salsa y métala en frascos de vidrio, porque a ese precio nadie le va a comprar nada.

Una vez que le despacharon las papas, Francisca volvió hacia su casa pensando en cambiar el menú.

Ayer, Doña Francisca volvió al mercado y vio que en la mayoría de los puestos el tomate había bajado de precio. En algunos puestos estaba a diecinueve pesos, y en los mejores a veintidós.

Igual se encaminó como siempre hacia el puesto de Don Alfonso.

-Hola Francisca –la saludó el verdulero cuando ella se paró frente a su puesto –vio que bajaron los tomates. Los tengo a dieciocho pesos –dijo el hombre en voz alta para que los que pasaran por ahí también lo escucharan.
-Mire qué bien –dijo Doña Francisca con asombro. –Bueno, deme entonces cinco tomates perita.

El hombre empezó a meter rápido los tomates en una bolsita plástica.

-¿A ver? –dijo Francisca al ver el estado de los tomates que el verdulero le metía en la bolsa – ¡pero esos tomates están muy feos, Don Alfonso!
-Señora, yo le dije que hubo problemas con las cosechas por el clima –dijo el hombre.
-Bueno –habló Francisca, tranquila –entonces, guárdeselos… son los mismos que me quiso vender hace dos semanas. Le dije que hiciera una salsa. –y ahí mismo dio media vuelta y se fue. Ya no quería tomates.

Otra vez Francisca volvió a su casa pensando en cambiar el menú… y en voz alta se dijo a sí misma:

-¡Le tendría que haber dicho que se los metiera en el culo!

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