© Alejandro Abate. Mayo. 2021
Hacía mucho tiempo que no iba a verla. Era un día nublado, pero igual se decidió y salió temprano. El trayecto era corto y tardo cerca de media hora.
Bajó del colectivo y caminando con su bastón, no demoró más que unos minutos hasta llegar. Por suerte no se sentía cansado.
Ella siempre estaba igual. Seguramente enseguida notaría que cada vez él estaba más encorvado. Se había dejado la barba y también se dio cuenta con sólo mirarlo.
No hablaron mucho. Él le contó, con un murmullo casi inaudible, algo sobre las plantas y el pasillo del fondo. Le describió la floración de la Santa Rita. Ella siempre sonreía tras el vidrio, su semblante en la eterna juventud.
Se sentó cerca, y permanecieron un buen rato, callados, sólo mirándose. Ya se habían dicho todo y era poco lo que podían agregarle a su larga historia. Entonces el silencio decía mucho más que las palabras.
Después se levantó con movimientos lentos. Caminaba despacio y se le notaba la renguera. Le hizo chau con la mano. Hasta la próxima, pensó y agarró por la diagonal que llevaba hacia la salida de Jorge Newbery.
– ¡Pronto nos veremos! -dijo en voz alta, apenas dándose vuelta hacia ella, y siguió su marcha.
…el silencio decía mucho más que las palabras…En la vida real también pasa. Buen relato. Me gustó
El silencio muchas veces hace ruido y mucho! Las palabras tienen significado y significante. Gracias por tus comentarios