Nunca más voy a volver a repetir

Nuca más voy a volver a repetir. Bueno, lo cierto es que no estoy muy seguro de esa  afirmación negativa. No hacer más algo. Yo no lo puedo asegurar, porque yo, como dice uno de mis pocos amigos, es que me estoy mirando el ombligo todo el día.

Me miro el ombligo. Sí.

Hablo fuerte. La naturaleza me ha dotado de una voz sonora, grave, y que se escucha muy bien hasta cuando emito algún susurro. Me gusta escuchar mi voz. Me escucho cuando hablo, y la sonoridad de mi voz es muy grata de escuchar.

Ese mismo amigo, me repite hasta el cansancio que yo no escucho a los demás, sino que sólo a mí mismo. Y bueno, qué culpa tengo yo si los demás hablan bajo, o dicen cosas que no se les entiende. Me aburren. Por eso es que me escucho a mí mismo y me importa un bledo lo que los demás intentan decir. En definitiva, es un problema de dicción. No abren bien la boca como yo. No articulan bien lo que van diciendo, más allá que a mí me importe o no.

También está el tema de mi figura.

Mi madre siempre me dice y me repite que yo tengo muy buena figura. Soy alto, delgado, tengo ojos claros y el pelo castaño claro. Mi piel, ni bien me expongo un poco al sol, se torna de un color cobrizo. No paso por esa forma indefinida entre estar rojo como un tomate y luego con la piel descascarándose. No. Yo tomo un bronceado parejo y me dura todo el verano.  En resumen, soy un tipo muy atractivo. Yo lo constato muchas veces al día en los espejos todo cuerpo que tengo en mi casa.

Pero, como decía al principio, debería ir deponiendo en forma paulatina esta actitud que a los demás parece molestarle tanto. Al principio, ni bien me conocen y toman contacto conmigo, se fascinan. Me doy cuenta que les impacto enseguida. Sobre todo a las mujeres. Se acercan, tratan de hablarme y de contarme sus cosas. Cuando se dan cuenta que yo sólo hablo de mí y de lo que me pasa, se van alejando. No tan poco a poco como cuando se acercan. Dejan de hablarme, y ya no escuchan mi voz. Se lo pierden.

Por suerte aún me queda mi amigo. Él hace mucho que no me escucha, pero lo disimulamos bastante bien. Me deja hablar y que le cuente mis historias del pasado, y ya no me pregunta sobre ningún detalle. Él hace ya mucho que no me habla nada de él. O sea que no tengo que hacer ningún esfuerzo disimulando que lo escucho. Ambos lo hacemos. Es que a mí me gusta mirarme el ombligo.

Ahora me está doliendo el estómago. Me duele de una forma rara, de afuera hacia adentro.

Yo siempre publico en mis grupos de Whatsapp todo lo que me duele y todo lo que me dicen los médicos a los que siempre voy. En resumen: voy al urólogo, al dermatólogo, obviamente al psicólogo, al nutricionista y al proctólogo, obvio.

Y publico y comento con mis otros contactos de los grupos,  los remedios que me dan, los resultados de los análisis de sangre, y el tipo de drogas que incluyen los medicamentos y para qué sirven.

Vuelvo ahora a pensar que debería cambiar. Inclusive para mi bien. Pues los otros, se van a ir cansando de mí.

Pero todo es muy difícil. Para colmo ahora con tantas redes sociales que hay. Yo me anoto en todas. Como dije antes, al principio se enganchan conmigo y comentan mis publicaciones. Después, sólo ponen una tilde o esos dibujitos de caritas.

Y luego, ya dejan de entrar en mis redes.

Me gusta hablar de mí, y no me interesa lo de los demás. Debería dejar de hacerlo. Pero me es muy difícil. Por eso es que pienso que nunca más voy a volver a repetir.

Y ahora, me saco una selfie y la publico.

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